Iniciamos nuestro recorrido desde Punta Arenas, la ciudad más austral de Chile ubicada a orillas del Estrecho de Magallanes, fundada en 1848 y descubierta por Hernando de Magallanes, una de las principales ciudades de la Patagonia Chilena y uno de los puntos de partida para recorrer la misma.

Punta Arenas Chile

Nuestro día inicia con un cielo despejado y un hermoso sol, así nos dirigimos al embarcadero de Punta Arenas para tomar el ferry en el cual atravesaríamos el Estrecho de Magallanes, para llegar a una de las islas más grandes del Planeta: Tierra de fuego, un territorio indómito y en parte virginal, compartido por Chile y Argentina.

El viento era fuerte, de un frío penetrante pero el contraste del sol y la vista del embarcadero alejándose eran una imagen de postal, varios nos quedamos en la cubierta del ferry divisando el inmenso mar, la ciudad y las aves que acompañaban nuestro recorrido; allí Emilio mi compañero de aventura (que había conocido en el transcurso del aeropuerto de Punta Arenas al hostal), se encontró a Mario Merino un hombre del lugar apasionado por la fotografía, la montaña, la vida silvestre y sus bellos lugares y quien nos brindó la oportunidad de llevarnos a conocer la reserva natural el Parque Pingüino Rey, lugar en el que encontraríamos en su hábitat a estos hermosos ejemplares. Al planear mi viaje a La Patagonia, uno de los principales objetivos al embarcarme era conocer los pingüinos; en un principio tenía en mi mente al Pingüino Magallanes o al Pingüino Patagónico,pero la vida me había reservado el gran privilegio de conocer a los Pingüinos Rey, primos del Pingüino Emperador.

Emocionada, pero con un poco de frío que se fue haciendo más intenso, sumado a una diminuta lluvia que comenzaba a caer, finalmente decidimos entrarnos a tomar un delicioso chocolate caliente y disfrutar del calor dentro de la cubierta del ferry. Luego de un tiempo, el sol volvió a brillar y nuestra llegada estaba próxima a la isla, donde seríamos escoltados por hermosos delfines australes que nos esperaban con sus hermosos saltos, nadando de un lado al otro bajo las aguas de aquel mar de azul profundo: una hermosa bienvenida llegando a la pequeña ciudad de Porvenir, Capital de Tierra del Fuego en territorio chileno.

Allí nos recibió el amigo de Mario, quien nos prestaría su camioneta para nuestro viaje hasta el Parque Pingüino Rey, ubicado en el sector de Bahía Inútil (Kilómetro 14) en la Ruta que une Onaisín y Cameron, en la Estancia “San Clemente” aproximadamente a hora y media de recorrido. Desde allí logramos divisar parte de la Cordillera de Darwin a lo lejos, ver a los guanacos, zorros, corderos y aves como el caiquén. Durante el viaje Mario nos contaba un poco de la historia de este lugar: Bahía Inútil fue nombrada así por el Capitán Philip Parker King en 1827, debido a que no ofrecía ningún punto de resguardo, ni nada a los navegantes que transitaban por allí.

Finalmente llegamos al parque donde nos atendieron muy amablemente, allí se paga una entrada y una de las personas guía el recorrido; nuestro amigo Mario era un conocido amigo de los dueños del lugar, así que nos permitieron hacer el recorrido con él.  

Primero estuvimos en un lugar, donde se podían divisar a unos cuarenta o cincuenta metros de distancia entre la estepa, una pequeña colonia de  pingüinos: dos de ellos eran polluelos de color café de aproximadamente cincuenta centímetros de alto, no podíamos hacer mucho ruido para no perturbarlos, así que por recomendación teníamos que hablar en voz muy baja, luego caminamos un poco por la estepa y atravesamos  un pequeño riachuelo de aguas muy frías,  que nos condujo a la playa donde se encontraba una colonia mucho más grande de pingüinos. ¡Woww! fue realmente asombroso, fue uno de los momentos más emocionantes de mi viaje, estar allí frente a ellos escuchando su graznar.

Fue algo sublime poder observar a estas hermosas aves migratorias, de la naturaleza subantártica:  El Pingüino Rey (Aptenodytes patagonicus), que mide aproximadamente un metro de estatura y con un pelaje hermoso, su blanco pecho que contrasta con el color de su espalda, el borde amarillo de su cuello, sus curiosos pies, realmente una proeza de la naturaleza. ¡Que afortunada me sentía en aquellos momentos, de poder ver esta especie en su hábitat natural! Dependiendo de la estación del año, en esta bahía se pueden apreciar desde veinte a ochenta ejemplares; nosotros en ese momento pudimos observar alrededor de unos cincuenta de ellos.

Algo muy importante para tener en cuenta: Para mantener y proteger a esta especie es necesario permanecer a un mínimo de distancia de seis metros, no utilizar flash en la toma de fotos y contar con un máximo de diez personas por visita; ese día y a esa hora estábamos solo los tres: Emilio, Mario y yo, disfrutando de este momento que puedo describir como el más mágico de mi existencia, donde la tranquilidad y la paz del lugar me trasmitieron una sensación de unidad y belleza sin igual.

Nuestro tiempo allí fue corto ya que realmente hay mucho por hacer, se pueden visitar las estancias en donde podrás conocer más de cerca la vida de campo en la Patagonia, “arriar” un rebaño de ovejas, observar el proceso de la esquila de éstas y disfrutar luego de una deliciosa comida típica del lugar.

Luego de disfrutar de un día soleado y de poco viento, con la suerte de llegar a tener una temperatura de unos 18  ̊C  alrededor de medio día y luego del éxtasis de lograr observar tan de cerca a los Pingüinos Rey en su hábitat, teníamos que regresar ya que el ferri partiría de nuevo a las 5:00 pm.

Llegamos justo a tiempo para nuestro regreso a Punta Arenas, donde Mario nos dejó en el embarcadero, tomamos el ferri de retorno y al ir saliendo de la isla, los delfines australes nos despidieron. Alrededor de las 7:30 de la noche estuvimos desembarcando en Punta Arenas y aún el sol daba sus últimos rayos a este increíble viaje a Tierra de Fuego, lugares y momentos que siempre quedaran en mi memoria.

Por revista

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